Neurociencia en la educación

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Por Betina Lippenholtz

¿Cómo funciona el cerebro? ¿Cómo aprovechar la neurociencia para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje? Desde los años noventa, se realizan estudios para responder la pregunta: ¿hay un vínculo entre conocer cómo funciona el cerebro y aprender mejor (para los estudiantes) o enseñar mejor (para los docentes)?. La respuesta es: sí.

A partir de una pregunta, se ha comenzado a reflexionar si se está teniendo en cuenta la estructura del cerebro para comenzar a actualizar, personalizar e implementar nuevas metodologías de enseñanza-aprendizaje. La discusión, en diferentes idiomas y sociedades, parte de la misma premisa: ¿se están considerando las características específicas del cerebro de cada persona para señalar cuál es la mejor estrategia educativa?

Esto significaría, además, aceptar que el desarrollo del cerebro impone, definitivamente, nuevos modos porque cada uno sigue un desarrollo que no es siempre el mismo para todos, ni al mismo tiempo.

¿Cuáles podrían ser las metodologías modernas que ejemplifican con mayor exactitud un entendimiento de la neuroeducación, una aceptación del trabajo en red, una necesidad de la inclusión de las TIC? Aprendizaje basado en proyectos, aula invertida (Flipped Classroom), teoría de las inteligencias múltiples, aprendizaje colaborativo, conectivismo, entre otras.

Además de metodología, se puede hablar de sistemas o capacidades que, antes, se entendían como específicos solo de algunos campos. Por ejemplo: la importancia del aprendizaje de la programación, entendiéndola no como una herramienta que sirve solo para escribir código (si no, estarían los programadores para hacerlo), sino como la capacidad de reflexionar sobre estructuras, tal como se hace cuando se aprende análisis sintáctico o latín: desarrollar a través de la programación, estructuras de pensamiento.

Como explica el neurocientífico argentino Mariano Sigman:

«Lo que sí pienso es que entender el pensamiento humano, del que uno de sus abordajes es el pensamiento computacional, es tratar de entender qué hacemos nosotros, algorítmicamente, para resolver los problemas que resolvemos. Cómo hacemos para jugar al ajedrez, para hacer una cuenta, para recordar algo, cómo lo organizamos en la memoria. (…) Si vos entendés los ingredientes de un proceso complicado, es más fácil poder solucionarlo que si es algo tan basto que no podés descomponerlo en piezas».

Si se toman los conceptos de conectoma de Sebastian Seung y de web sináptica de Khris Loux, Eric Blantz, Chris Saad, se puede entender aún más cuál es el motivo por el cual se entienden como fundamentales el mecanismo y la estructura del cerebro como principios base para sostener ciertas metodologías de enseñanza y aprendizaje, y también comprender cuáles serían estas metodologías posibles. Todos ellos hacen hincapié en las conexiones, término que comparten estas metodologías educativas que ya se han nombrado.

La neurología sugiere que las conexiones entre las neuronas son la raíz de la inteligencia (no las neuronas en sí mismas). Y esta conexión es lo que se llama sinapsis. ¿Por qué es importante señalar esto? Porque si uno se quedara con la mitad de la ecuación, es decir, con que se debería tener en cuenta cada uno de los cerebros en cuestión (de estudiantes y docentes), habría tantas metodologías pedagógicas como cerebros. Evidentemente, esto no es posible. Pero sí, intentar metodologías que agrupen conexiones similares, que asocien necesidades, que conformen red, que trabajen colaborativamente.

Dice Seung: «Somos nuestro conectoma, somos nuestras conexiones». El investigador también enfatiza sobre la necesidad de ver el cerebro y a los que se ocupan de enseñar o reflexionar sobre nuevas metodologías educativas como un todo que nos define a partir de nuestras relaciones.

En síntesis: la neurociencia propone su parte, participar a través de su especificidad (el estudio del cerebro, entre otras cosas) en la transformación de las metodologías pedagógicas que permiten enseñar y aprender, hasta el momento. La educación considera que una ciencia puede aportar aspectos que desconoce y que, sin embargo, pueden servirle para mejorar su tarea, que la interdisciplinariedad enriquece la discusión porque se toman en cuenta diversos aspectos en un contexto más amplio.

La neurociencia dice: el cerebro tiene ciertas características que hacen de las personas individualidades. Sin embargo, dentro de esta diversidad o de estas individualidades, se puede ver con claridad la importancia de todas ellas en el compartimiento en red, de tener en cuenta la relación dependiente entre ellas. La educación toma en cuenta estas declaraciones y le suma la tecnología que, en varias de sus formas y expresiones, ha demostrado trabajar del mismo modo: en red, sobre relaciones, teniendo en cuenta las conexiones, entre otras cosas.

Hasta acá, los tres campos están de acuerdo en que pueden trabajar juntos, que cada uno aporta un saber que enriquece la reflexión y que, por sobre todas las cosas, favorece el desarrollo de nuevas metodologías de enseñanza y aprendizaje. Es el momento de pasar de la teoría a la práctica: la educación propone problemáticas, el corpus de las experiencias áulicas. Junto a la tecnología y a partir de lo aprendido de la neurociencia, sugiere nuevas metodologías tales como el aula invertida (flipped class), la enseñanza de la programación (como estrategia de pensamiento, no como materia), el conectivismo, el trabajo colaborativo, entre otras.

La neurociencia nos propone uno de los mejores ejemplos con la puesta en práctica del software matemarotes, software de estimulación, de entrenamiento cognitivo que, efectivamente, permite que los docentes puedan particularizar, personalizar ciertas unidades según las necesidades de los estudiantes. Lo que llamamos «personalizar la currícula».

La interdisciplinariedad estimula el enriquecimiento de las teorías porque permite tomar una problemática y, en primer término, mirarla desde varios puntos de vista. Segundo, porque permite dar diferentes respuestas según estos diversos puntos de vista. La interdisciplinariedad es en sí misma un ejemplo de trabajo colaborativo y en red.

La neuroeducación permite ver las cosas desde otro lugar para poder así reflexionar de manera diversa acerca de la educación y las metodologías pedagógicas que se conocen. Permite entender que la educación debe tener en cuenta particularidades para poder ser más eficientes. Lo que sigue es seguir llevando a la práctica estas nuevas metodologías pedagógicas, estos softwares y aplicaciones cognitivas que permitan una enseñanza-aprendizaje cada vez más personalizado, focalizado y, como consecuencia, eficiente.

Fuente: educ.ar

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