Artículo basado en investigación coordinada por Márcia Padilha, con Márcia Coutinho R. Jimenez y Michelle Prazeres, realizada por la Organización de Estados Iberoamericanos – OEI a partir de una demanda de la Fundación Telefónica Vivo de Brasil, cuyos resultados están publicados por Ariel e Fundación Telefónica en versión en papel y en línea en este link. Traducido al español por Lilian Escorel.
Por Marcia Padilha. Las tecnologías de la información y la comunicación, así como los procesos educativos, tienen un gran potencial transformador. Sin embargo, ni la tecnología ni la educación tienen, por sí mismas, un sentido libertario y emancipador, con vocación natural para el desarrollo humano. De eso nada. Tecnología y educación no son, y además nunca serán, neutras o autónomas. Como todo lo que producimos, ellas son frutos de procesos históricos, consecuencia de un enlace complejo de factores sociales, económicos y culturales. Son, por tanto, frutos de ésta o aquella visión de mundo y de ciertos objetivos.
Dicho esto, es necesario aclarar cuando y en cuales condiciones el encuentro entre educación y tecnología produce alguna innovación y con qué sentido. Se supone, por ello, que muchos encuentros entre ambas no produzcan innovación o calidad, aunque generen aparatos tecnológicos sofisticados y ambientaciones futuristas. Si así no fuera, tendríamos numerosos ejemplos de innovaciones educativas en varias instituciones, al menos en aquellas donde el problema de acceso ya ha sido superado, como sucede en las redes de escuelas privadas. Pero ese no es el caso.
En investigación coordinada por mí recientemente sobre educación y tecnología en Brasil, se establecieron algunos parámetros necesarios para que el encuentro entre las dos genere lo que llamamos de innovación tecnoeducativa, cuyas características sintetizamos a continuación.
A partir del estudio de casi 70 proyectos educativos con el uso de las TIC y de la retomada de conceptos clave sobre procesos de innovación y sobre aspectos de la calidad educativa reconocidos en textos de referencia sobre educación en America Latina, la investigación estableció una matriz para el análisis de innovaciones tecnoeducativas. Esta matriz propone la articulación necesaria de cuatro dimensiones capaces de representar la complejidad que caracteriza procesos de esa naturaleza.
Las cuatro dimensiones presentan, en su conjunto, 21 características, que resumimos en seguida. En la dimensión Innovación, hace falta un ambiente favorable, lo que supone la confianza por parte de los actores, la aceptación del error, la sustitución de sistemas jerárquicos de relaciones por relaciones basadas en el intercambio de conocimiento y diagnósticos claros de problemas a superar.
En cuanto a la dimensión Calidad Educativa, se verifican siete aspectos: ampliación de los agentes y sectores implicados en la educación; atención a la diversidad; ampliación del acceso a la educación; atención al desarrollo de las competencias básicas, de las competencias del siglo XXI y de las competencias digitales; atención al desarrollo profesional docente; construcción de currículo significativo y gestión democrática.
La dimensión Integración de las TIC se refiere a condiciones de infraestructura y a los conocimientos necesarios para que el uso de las tecnologías y de sus aparatos sea “transparente” y suficiente, lo que significa real disponibilidad de las TIC; organización para el uso de las TIC, es decir, buenas condiciones de uso de tecnología; formación de educadores para el empleo de las TIC; presencia real de las TIC en las prácticas pedagógicas y recursos digitales suficientes.
Por último, en la dimensión Tendencias Tecnológicas se destacan las características propias de cada recurso tecnológico a través de la comprensión de su naturaleza y de sus aportes a la producción de conocimiento y creatividad en contexto educativo. Las ocho tendencias incorporadas han sido: almacenamiento y acceso remoto de datos; movilidad; aprendizaje basado en juegos; contenidos abiertos; gestión de la individualización de los procesos de enseñanza y de aprendizaje; colaboración en red; realidad aumentada y web semántica.
La matriz propuesta es importante porque establece un modelo bastante complejo, pero suficientemente flexible, que permite, por una parte, fijar parámetros claros de calidad tecnoeducativa y, por otra, asimilar la gran variedad de ajustes tecnopedagógicos posibles. Se espera que esa matriz, al explicitar la complejidad de esos procesos, motive a los formuladores de políticas públicas a elaborar programas que consideren los múltiples aspectos implicados en el uso educativo de las TIC.
En fin, entre los cerca de 70 casos estudiados, la investigación ha seleccionado cuatro proyectos para un estudio más profundizado, que presentarán mayor integración de las dimensiones propuestas en la matriz: “Olimpíadas de Juegos Digitales y Educación”, “Cartografía de los Sentidos en las Escuelas”, “Fractal Multimedia: Objetos de Aprendizaje” y “Experimentación Remota como Soporte a Ambientes de Enseñanza-Aprendizaje (RexLab)”.
La relevancia de los casos estudiados radica en su capacidad de articular las cuatro dimensiones del proceso de innovación tecnoeducativa. Se debe enfatizar que, seguramente, ningún de los casos ha presentado los 21 aspectos presentes en la matriz, una vez que ella es una abstracción conceptual. El análisis evaluativo ha demostrado que la calidad tecnoeducativa de cada uno de los proyectos es fruto, por cierto, de la consistencia con que, a través de las particularidades de sus propósitos educativos, contemplan cada dimensión y articulan esos aspectos.
¿Conclusión? No existe una relación directa entre la adopción de tecnología y un proceso educativo de carácter transformador. Es lo que concluyen muchas investigaciones, pese al carácter eufórico y simplista con que se presentan, muchas veces, los gadgets y los softwares educativos. Nada es sencillo en ese ámbito. No hay modelo único ni receta fácil. Hay buenas prácticas y algunas presuposiciones. Pero, en definitiva, la propuesta pedagógica y la visión de mundo sostenida por ella, la sensibilidad del educador y su conocimiento sobre los procesos de enseñanza y de aprendizaje, sumados a la comprensión de la naturaleza de cada recurso tecnológico en su particularidad, son capaces de crear ajustes de tiempos, de espacios y de currículos que pueden impactar en la calidad educativa. La madurez de tales ajustes es responsable por la aparición de distintos modelos.
Por tanto, las mejores oportunidades para que las TIC impacten la educación, me parece, se relacionan a la consistencia de las concepciones tecnoeducativas sobre la adopción de tecnología en escuelas. Donde eso ocurre sí que se constatan situaciones educativas nuevas y ricas como las observadas en los proyectos estudiados por la investigación. ¡Aprendamos de ellos!
Marcia Padilha es historiadora y consultora en el tema de educación y tecnología; ha colaborado con la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura – OEI, RELPE y diversas instituciones brasileñas en la temática de las TIC en la educación publica.