Las Políticas TIC en América Latina: prioridad de las agendas educativas
Por María Teresa Lugo. Las agendas educativas de los países de América Latina identifican las políticas TIC como una de sus prioridades centrales. Por una parte, este lugar prioritario posibilita pensar en un nuevo mapa social donde las desigualdades sociales existentes hoy en los países de América Latina se vean atenuadas en dirección a un proyecto social más igualitario. En este sentido, las políticas de integración TIC constituyen una oportunidad indelegable para el desarrollo de acciones democráticas desde el Estado tendientes a la justicia y la inclusión social, en particular aquellas destinadas a garantizar el derecho a la educación de todos los ciudadanos. Pero por otra parte, porque el desarrollo de las tecnologías resulta uno de los elementos centrales en la conformación de un nuevo escenario económico, político, social y cultural. Es por ello que, los procesos de educación formal deben renovar sus propósitos, funciones y sentidos asumiendo su responsabilidad social para la formación de las nuevas generaciones. Al mismo tiempo, la inclusión de las TIC en los sistemas educativos constituye una oportunidad para revisar y actualizar los procesos de enseñanza y de aprendizaje en la búsqueda de una mejora de su calidad sin dejar de lado que nos enfrentamos a un nuevo contexto caracterizado por la complejidad y la incertidumbre.
América Latina es la región más desigual y heterogénea del planeta. A pesar de haber evidenciado un crecimiento económico relativamente estable en las últimas dos décadas, muestra aún altos niveles de pobreza, de exclusión y de desigualdad social en amplios sectores de su población. Las mejoras importantes que en los últimos años se alcanzaron en una gran cantidad de aspectos no han sido suficientes para disminuir las brechas existentes -tanto internas como externas- ni para producir una reducción significativa de los niveles de pobreza. Un segundo desafío para la región es el referido al acceso a la educación ya que si bien se han producido importantes progresos en este aspecto, aún sigue siendo muy limitado el acceso a la educación pre-primaria y a la educación superior. Otro problema importante es el relativo a las altas tasas de deserción y de repitencia en los diferentes niveles del sistema educativo, estrechamente relacionadas con el nivel socioeconómico de los sujetos, su ubicación geográfica y su género, siendo las personas que se encuentran en contextos de mayor vulnerabilidad quienes están más propensos a interrumpir su educación. Esto no es todo. Nuestros sistemas educativos se enfrentan también a la baja graduación y la segmentación como así también a problemas de calidad de los aprendizajes que ofrecen y a una relativa desconexión con lo contemporáneo de sus propuestas.
Resulta paradojal que en este complejo contexto América Latina sea actualmente una de las regiones más proactivas del mundo en cuanto a la integración de TIC en sus sistemas educativos. El énfasis otorgado a esta decisión de política educativa radica en que la integración de TIC en las aulas es entendida por los Estados como una forma de lograr proyectos democráticos de inclusión y justicia social.
Por otra parte el desarrollo de las tecnologías resulta uno de los elementos centrales en la conformación de un nuevo escenario económico, político, social y cultural donde jóvenes y niños sostienen lazos potentes, estructurales aunque muchas veces acríticos, con los medios de comunicación y la cultura digital, conformando un nuevo escenario en el que transcurren muchos de sus aprendizajes. Sin embargo estos mundos sociales y mediáticos son cada vez más desiguales y fragmentados. A pesar del alto impacto las TIC no están al alcance de todos. Muchos acceden a la tecnología mientras que otros o no lo hacen, o lo hacen limitadamente. Es que la brecha digital es un problema aún no resuelto en América Latina. Es interesante señalar que la brecha no se manifiesta sólo en la comparación con los países desarrollados, sino también en los procesos de desigualdad interna de cada uno de los países tanto a nivel geográfico (entre poblaciones urbanas y rurales), a nivel socioeconómico (entre quintiles de ingreso). Quisiera aclarar que las diferencias en los niveles de ingreso hacen que los niños y jóvenes provenientes de sectores más ricos adopten equipos tecnológicos más nuevos y tengan mayores oportunidades para su uso. En este sentido resulta significativo que si bien en la última década ha crecido de manera exponencial la telefonía móvil como así también la cantidad de usuarios de Internet, en la región persisten aun las dificultades planteadas para garantizar una conectividad estable, simétrica y de bajo costo, quedando así condicionadas las posibilidades del uso y aprovechamiento pedagógico de los dispositivos.
Ahora bien es indudable que la brecha digital tiene que ver con la calidad del equipo y las conexiones pero por sobre todo con el capital cultural y las habilidades para usarlo y transformarlo en conocimiento relevante. Para ello es importante el papel de los sistemas educativos tanto en la enseñanza de la programación como también en el uso critico de las TIC. Es teniendo en cuenta este panorama que debemos focalizar en políticas TIC que, concebidas desde un enfoque de derecho, atiendan las necesidades de grupos específicos, cuya situación social, cultural y educativa condiciona trayectorias de vida atravesadas por la pobreza y la exclusión social. En tal sentido, el potencial de inclusión de las tecnologías resulta una oportunidad para hacer de su apropiación por parte de sectores vulnerables de la sociedad un medio de mejora de sus condiciones materiales y simbólicas de vida y en las que resulta determinante la variable educativa.
Por último, pero no por ello menos importante resulta la atención necesaria a la brecha de género y la tecnología. No hay duda que las condiciones materiales son un requisito para superar las brechas digitales en la región. Sin embargo hay obstáculos menos visibles, entre ellos la brecha de género. En América latina es potente la presencia femenina en uso de redes sociales y telefonía móvil. Datos de Argentina y Brasil señalan que la brecha de acceso ha disminuido en los últimos años (Indec /2012) y IBGE, 2011). Paradojalmente este ascenso no tiene correlato en relación con la toma de decisiones de alto nivel empresarial o gubernamental a nivel global y no solamente en nuestra región. Alerto al respecto sobre la necesidad de fortalecer políticas específicas que impliquen transformar las condiciones de producción y desarrollo de las TIC junto a un verdadero cambio cultural y epistémico que revierta y cuestione el funcionamiento mismo del sistema tecnológico y científico, de la cultura tecnológica de las empresas y universidades e instituciones sociales, en general más refractario a las mujeres.
Ahora bien si coincidimos que la variable educativa es fundamental para revertir la brecha digital direccionando las políticas hacia modelos inclusivos y más justos, se hace imprescindible reconfigurar la propuesta educativa. Es un dato evidente que la cultura digital está cambiando los modos de lectura y escritura y no es ya suficiente leer y escribir para estar alfabetizado. Socializar a los estudiantes en las redes sociales y el uso de los dispositivos móviles, educar para ser ciudadanos en la sociedad del conocimiento y para aprender a convivir en la diversidad y la multiculturalidad, son desafíos fundamentales para la escuela. Proponer actividades con distintos formatos y lenguajes, mejorar la comunicación, desarrollar la autonomía y la creatividad, son parte del nuevo diseño de la escolarización que no se sostiene sin la entrada de las tecnologías. Todo este proceso no será posible sin una formación docente de calidad. Redes de contenidos abiertos, comunidades de prácticas y diversos dispositivos formativos que superan el curso tradicional para enseñar mejor a los que enseñan. Es imprescindible fortalecer políticas docentes con inclusión TIC para que los profesores adquieran capacidades de producción y no solo de consumo de recursos y contenidos digitales y puedan, a su vez, incorporar las Tic para una mejor enseñanza. Pero no son únicamente los docentes quienes enfrentan nuevos desafíos. Los directores y también los inspectores reconfiguran su rol con un liderazgo renovado y distribuido. Trabajar en equipo, coordinar el proyecto tecnológico articulado con lo pedagógico, monitorear y evaluar procesos y resultados, digitalizar la información y fortalecer los ámbitos de comunicación son parte de su actuación y deben ser objeto de atención de las Políticas ofreciendo formación específica para ellos.
Integrar tecnología en la educación resulta una cuestión compleja que no se limita a aspectos técnicos sino también y sobre todo culturales. Se necesita para ello construir acuerdos con una mirada heterogénea y diversa, ampliando el foco y la comprensión del problema pedagógico que las tecnologías pretenden resolver, pero para ello recordemos que estamos inmersos en un nuevo contexto marcado por una transformación histórico- social del mundo. Esto amerita tener el coraje de revisar también nuestros supuestos para adentrarnos en nuevas metáforas que incluyan lo transitorio e incierto de un mundo que, parafraseando a Zigmunt Bauman, despide lo conocido sin conocer lo nuevo.