Por Magdalena Claro. La integración de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC, en adelante) a los sistemas educativos ha estado motivada por dos lógicas fundamentales: una escolar y otra social. Si bien estas lógicas son complementarias, dan pie a perspectivas, líneas de investigación y políticas diferentes que no han sido claramente diferenciadas y que es necesario distinguir para entender la relevancia y alcance de formar habilidades digitales en el contexto escolar.
La lógica escolar considera las TIC fundamentalmente a partir de las necesidades de la escuela y por lo tanto como una oportunidad de mejorar sus prácticas (i.e. metodologías de enseñanza y gestión escolar) y los logros de aprendizaje de los estudiantes en diversas asignaturas. Así, ha puesto el foco en las TIC como entornos cerrados; en aquellas herramientas y recursos que pueden ser controlados y usados al servicio de las tareas y desafíos de la escuela, tales como software de contenidos, textos digitales, programas de gestión, redes de comunicación, entre otras. En cambio, la lógica social aborda las TIC desde una perspectiva más amplia, desde los cambios que estas redes virtuales de información y comunicación significan para las sociedades contemporáneas. En este sentido, las entiende como un nuevo contexto en y para el cual es necesario formar a las nuevas generaciones. Así, pone el foco en las TIC como entornos abiertos, particularmente Internet y las redes de comunicación, que están fuera del control de la escuela. En consecuencia, más que plantearse cómo las TIC pueden ayudar a las instituciones escolares en su tarea educativa, busca entender cómo el nuevo contexto digital transforma esa tarea y qué nuevos desafíos plantea a los docentes y sus instituciones.
Estas dos lógicas y sus miradas asociadas, conducen a preguntas vinculadas a la investigación y política pública diferentes. La primera perspectiva se plantea cómo los programas y aplicaciones que ofrecen las TIC pueden ayudar a motivar a los estudiantes y mejorar el aprendizaje de asignaturas como ciencias, matemáticas o lenguaje. La segunda en cambio se pregunta cómo el nuevo contexto de Internet modifica la manera de aprender las asignaturas y qué habilidades y conocimientos es necesario reforzar en los estudiantes para ello. Por ejemplo, en relación al lenguaje, la primera perspectiva se pregunta cómo las TIC pueden ayudar a mejorar las habilidades de lectura de los estudiantes, mientras que la segunda se plantea si las habilidades que sabemos son necesarias para leer en contexto impreso, son las mismas que se requieren en contexto digital. El estudio de Online Reading de PISA 2009 intenta responder esta pregunta a través de evaluar las habilidades de lectura en los dos contextos (OCDE, 2011).
En relación al rol del profesor, la primera perspectiva se pregunta cómo las TIC pueden ayudar a modificar las prácticas y metodologías tradicionales de los docentes para hacerlas más innovadoras y constructivistas. En cambio la segunda se plantea cómo cambia el rol del profesor en un contexto de acceso a gran cantidad de información y a redes de comunicación. Supone que el rol del profesor en este nuevo contexto es menos el de transmitir información y conocimientos, y más el de enseñar a los estudiantes a pensar de forma crítica y creativa frente a la gran cantidad de información de diversas fuentes a la que tienen acceso creciente. Esto plantea desafíos al currículum en el sentido de priorizar los conceptos y conocimientos más fundamentales de cada asignatura que permitan al estudiante discriminar, comprender y pensar adecuadamente frente a distintos problemas. Así, la primera perspectiva se relaciona más con temas de didáctica vinculados a la mejor manera de enseñar una asignatura, mientras que la segunda se vincula más con temas curriculares, esto es, con las habilidades y conocimientos que se deben trabajar en las asignaturas para preparar mejor a las nuevas generaciones dado el nuevo contexto digital.
Finalmente, ante problemas pendientes en la región, como la inclusión educativa, la primera perspectiva ha visto en las TIC una oportunidad de utilizar sus características de conectividad para incorporar a sectores de la población tradicionalmente excluidos del sistema escolar, como niños o mujeres de sectores rurales. En cambio la segunda, plantea la preocupación de que el ámbito de las TIC o digital, agregue nuevas dimensiones a la exclusión educativa y social vinculados al acceso, uso y particularmente, las habilidades que se requieren para utilizarlas de forma efectiva.
Estas dos perspectivas y sus preocupaciones asociadas, han impulsado políticas diferentes. Si bien las dos lógicas han coexistido desde el inicio de las políticas de TIC en educación de la región, la primera fue mucho más influyente en la década de los ’90 y primera parte del 2000. Así, impulsó estrategias de entrega de computadores y de conectividad a los centros educativos, provisión de recursos y software educativos y capacitación de profesores para la incorporación de las nuevas tecnologías a sus asignaturas. Gracias a estas políticas, gran parte de los sistemas escolares de la región cuentan con una infraestructura y capacidades docentes básicas para usar las nuevas tecnologías en contexto escolar. La lógica social por su parte inspiró estrategias de acceso y alfabetización digital de estudiantes y docentes, pero desde una perspectiva funcional, es decir, de las habilidades básicas para manejar las aplicaciones y programas educativos. En ese sentido, en un inicio, la lógica social estuvo puesta al servicio de la lógica escolar.
En la última década sin embargo, a medida que Internet y las redes sociales se han expandido y han demostrado una capacidad transformadora de la organización económica y social de los países, la lógica social ha ido adquiriendo mayor importancia y desafía la lógica escolar. Las TIC pasan de ser una oportunidad para el sistema educativo a ser entendidas como la base de una sociedad distinta, que tensiona la tarea de los profesores y sus instituciones escolares. Así, debido a los cambios que implica un mayor acceso a información y estar siempre conectados con otros, esta perspectiva plantea la necesidad de ir más allá de las habilidades funcionales y desarrollar habilidades para trabajar y resolver tareas de información y comunicación en contexto digital. Más específicamente, señala la importancia de enseñar a investigar y desarrollar productos de información, lo que implica dar mayor importancia a procesos cognitivos que son transversales a las asignaturas. Investigar en Internet implica plantear una pregunta clara y relevante, manejar estrategias y tener criterios para buscar, evaluar y seleccionar información en base a esa pregunta. Desarrollar un producto de información por su parte, involucra ser capaz de sintetizar información, representar y expresar ideas propias o de otros. Finalmente, comunicar ese producto de información implica saber presentar ideas de manera clara en función de un objetivo y audiencia determinadas. Estas habilidades que siempre han estado presentes en el contexto escolar, hoy en día se vuelven mucho más relevantes debido al nuevo contexto digital que amplía las oportunidades de información y comunicación en todo ámbito. Junto con ello aparecen temáticas nuevas que deben asumir las instituciones escolares relacionadas con nuevos dilemas éticos (e.g. respeto a la propiedad intelectual, privacidad de la información, entre otros) y de autocuidado (e.g. cyberbulling) que son específicos al ambiente digital.
En síntesis, la perspectiva escolar ve las TIC como una oportunidad de mejorar las prácticas educativas y el aprendizaje de los estudiantes, mientras que la perspectiva social, como un nuevo contexto en el cual se desarrolla la tarea educativa y para el cual es necesario formar a las nuevas generaciones. Ello plantea diseñar políticas educativas para formar habilidades digitales en estudiantes y profesores en el ámbito escolar, lo que implica ir más allá de desarrollar capacidades operacionales de manejo de las aplicaciones TIC para formar la capacidad de resolver problemas de información y comunicación, así como dilemas éticos en este nuevo ambiente. Para ello es necesario partir por revisar los currículum nacionales considerando cómo el contexto digital modifica el aprendizaje de cada asignatura y entender el rol del docente para guiar ese aprendizaje. Una tarea importante que es necesario iniciar cuanto antes.
Magdalena Claro es investigadora en CEPPE-UC. Ha trabajado como investigadora y consultora en temas de educación y nuevas tecnologías, en el Instituto de Sociología de la UC, Enlaces del Mineduc, CERI de la OCDE y CEPAL.